Comunicado Apdha-Cahabaka. El
último asalto a la valla de Melilla acaba en tragedia: seis inmigrantes
muertos y 30 heridos. Chabacka y Apdha exigen una acción urgente
internacional
Comunicado de
SOS Racismo.SOS Racismo en el mismo sentido que
Apdha y Chabaka, insisten en que expulsar a Marruecos es en estos
momentos condenar a muerte a los inmigrantes
Ciberacciones.
Se pueden enviar
Mails y Fax de protesta a las direcciones que pasamos. Los colectivos
pueden adherirse a la Declaración de Larache. Amnistía Internacional
también ha puesto en marcha una ciberacción. Todas ellas son
complementarias y os animamos a sumaros a las mismas.
Comunicado de Comunidades Cristianas
Populares.La inmigración viene a sacar a la luz
las propias contradicciones internas de nuestro ensalzado modelo
económico y social. Si no sabemos o no queremos resolverlas, la cuestión
de la inmigración seguirá agudizándose como asignatura pendiente.
Mientras tanto, nos quedamos tranquilos haciendo a las víctimas
culpables de su situación insostenible; o protegiéndonos ilusamente
contra sus intentos de llegar a este lado. ¿Hasta cuándo?
Los conflictos
olvidados.Carlos Taibo, en la Agencia de
Información Solidaria, nos dice que de la misma suerte que nos hemos
acostumbrado a escuchar, imperturbables, las cifras que dan cuenta del
vigor ingente del hambre en el mundo que habitamos, hemos acabado por
asumir, sin pestañear y mal arropando nuestra presunta mala conciencia,
que hay conflictos de primera, de segunda y de tercera clase.
No a las armas, si a la
vida.En el 2000 se gastó en armamentos US$ 524
mil millones. En el 2003, post-Bin Laden, US$ 642 mil millones.
Aumentó el 25%. Y en el 2003, los 30 países más ricos del mundo
destinaron a la cooperación con las naciones más pobres sólo US$ 69 mil
millones. O sea, un 10% de lo que se utilizó en armas. El caso de
Estados Unidos horroriza, como diría mi sobrino: el 1% de su
presupuesto fue para la ayuda internacional, y un 25% para actividades
bélicas.
Graves violaciones de derechos humanos en
Marruecos
Apdha denuncia deportaciones y muerte de subsaharianos en
el desierto
Exigen actuación urgente de organismos
internacionales
La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía y la
Red Chabacka del Norte de Marruecos, tras la muerte de seis
subsaharianos en un nuevo intento de entrar en Melilla en la madrugada
entre los días 5 y 6, hacen un llamamiento a la acción internacional
ante las graves violaciones de derechos humanos que se están produciendo
en Marruecos con las personas inmigrantes de origen
subsahariano.
Tras las presiones españolas y de la UE, Marruecos está
procediendo a la deportación de centenares de personas al desierto del
Sahara, tanto a la indeterminada frontera con Argelia como a la de
Mauritania. Se calcula que han sido deportados a estas zonas entre 800 y
mil africanos procedentes de diversas nacionalidades que son abandonadas
en las mismas sin alimentos ni agua. También se han producido, pero en
menor medida, deportaciones a la zona de Oujda en la frontera
argelina..
La Apdha y Chabacka han podido saber que han desaparecido
y se les da por muertos entre doce y diecisesis personas, dada la
debilidad previa tras semanas en condiciones infrahumanas en los bosques
alrededor de Ceuta o de Melilla. Asimismo han podido saber que una mujer
nigeriana ha fallecido en el proceso de deportación.
La situación de
las decenas de personas que quedan escondidas en lo más profundo de los
bosques, como en Beniunesh, es de auténtica urgencia humanitaria:
cercados por el ejército que no entra en el fondo del bosque y se limita
a destruir y requisar todo lo que ven, sin agua potable, alimentos o un
mínimo cobijo. Y nos han hecho llegar una petición de socorro
urgente.
La Apdha y Chabacka, ante esta gravísima violación de
derechos humanos, exigen la actuación inmediata de organismos
internacionales, desde Cruz Roja, hasta el ACNUR, pasando por el
Parlamento Europeo, organismos a los que nos hemos dirigido.
Parece
preocupante y grave que en esta situación se active precisamente el
protocolo de devolución con Marruecos de 1992 a partir de hoy, según ha
anunciado la vicepresidenta del gobierno español, ante la inseguridad
jurídica y el destino incierto de los inmigrantes que puedan ser
devueltos a este país.
Asimismo también resulta preocupante que se
hayan desbloqueado cuarenta millones de euros por la UE que con toda
seguridad no van a ser empleados en habilitar ayuda humanitaria y un
trato digno a las personas subsaharianas. En este sentido, desde las dos
orillas, pedimos la que las Comisiones que van a enviar tanto la UE como
el Parlamento Europeo, no se limiten a certificar las medidas de
seguridad tomadas, sino a investigar las denuncias de violaciones de
derechos humanos tan graves como las que estamos realizando y a resolver
la situación de crisis humanitaria que atraviesan miles de personas
subsaharianas en Marruecos.
6-10-05.
EXPULSAR A MARRUECOS ES CONDENAR A MUERTE
Seis
inmigrantes fueron asesinados a tiros la madrugada pasada por la policía
marroquí.
Ocho inmigrantes más han muerto en los últimos veinte días
en su desesperado intento de cruzar la valla, como mínimo cinco de ellos
tiroteados.
Veinticuatro inmigrantes han muerto de sed en el
desierto (seguramente son más, nos limitamos a las muertes contrastadas)
como consecuencia de la política marroquí de trasladar a la frontera
sur, en pleno desierto del Sáhara, a los inmigrantes expulsados desde
territorio español para abandonarlos a su suerte ante centenares de
kilómetros de arena.
Miles de inmigrantes malviven durante meses en
la frontera con Ceuta y Melilla, hostigados por la policía marroquí,
golpeados, extorsionados, víctimas de cualquier abuso.
Muchos de los
inmigrantes golpeados, tiroteados, expulsados, habían presentado
solicitud de asilo por ser víctimas de persecución en sus países de
origen, y encuentran en lugar de la protección que exige la normativa
internacional un trato igual o peor que el que recibían en el lugar de
donde se vieron forzados a huir.
Marruecos no es el único responsable
de esta escalofriante situación. El abismo de desigualdad entre ricos y
pobres, causa principal de las migraciones, aumenta progresivamente a
nivel mundial: no sólo son insuficientes e inadecuadas las políticas de
cooperación, sino que el sistema económico provoca el empobrecimiento
del continente africano. El sida afecta a un porcentaje alarmante de la
población ante la pasividad internacional. Es prácticamente imposible
que las personas que provienen de países subsaharianos puedan entrar de
forma legal en Europa, como sugieren algunos responsables políticos en
un alarde de cinismo: las leyes de extranjería les cierran la entrada. A
pesar de la inestabilidad generalizada del continente, Sierra Leona es
el único estado africano considerado como país en conflicto en las
políticas de asilo.
Lo que ha sucedido durante el último mes no es
absolutamente nuevo, pero ahora ya no podemos mirar hacia otro lado.
Hemos visto el miedo, la persecución, los puntos de sutura en las manos
destrozadas por las alambradas, los heridos, los muertos.
Estos
hechos deberían indignarnos y avergonzarnos. En primer lugar, un grito:
¡son personas! Acto seguido, las medidas necesarias para el respeto de
sus derechos en la situación inmediata. En segundo lugar, una reflexión
obvia: ¡unas verjas más altas provocan más muertes, pero no eliminan la
necesidad de emigrar! Acto seguido, políticas realistas, es decir, que
se responsabilicen de las consecuencias del modelo de mundo que
creamos.
En lugar de esto, se multiplican las vallas, se militariza
la frontera, se expulsa a los inmigrantes a un país donde serán
golpeados, quizás tiroteados, probablemente expuestos a la muerte en el
desierto. Esta noche ha salido un barco con 70 personas expulsadas a
Marruecos, tal como había anunciado ayer el ministro del Interior. La
cumbre hispano-marroquí, así como las últimas declaraciones del ministro
de Exteriores y de la vicepresidenta del Gobierno, avalan esta
política.
Desde SOS Racismo:
o Condenamos rotundamente esta
expulsión masiva, y exigimos que cese inmediatamente cualquier
expulsión, al menos mientras no haya absoluta seguridad de que los
derechos humanos son respetados en territorio marroquí. Es increíble que
cualquier gobierno, y más un gobierno socialista, muestre tal grado de
desprecio por los derechos de las personas.
o Exigimos una
investigación que analice la actuación de la policía española, y que
sancione cualquier vulneración de los derechos
humanos.
o Exigimos la retirada inmediata de las tropas
españolas de la frontera de Ceuta y Melilla. Los intentos de entrada de
personas desesperadas no son un problema militar, ni deben ser tratados
como tal.
o Pedimos que, en el ámbito estatal e internacional,
se abra un proceso de debate sobre las políticas migratorias vinculado a
las políticas de cooperación y desarrollo, y a la universalización de
los derechos humanos, y no vinculado a la lucha contra el terrorismo y
el narcotráfico como ocurre habitualmente
o Adherirse (organizaciones y colectivos) a la
Declaración de Larache
o Enviar fax y e.mail de protesta.
Enviar el escrito adjunto, citando la identificación
de la persona, asociación u organismo a:
- ACNUR GINEBRA.
0041227397314.
- ACNUR ARGELIA. 0021321692374.
- HELENE FLAUTRE.
Vicepresidenta de la Comisión de Derechos Humanos del
Parlamento
Europeo.
hflautre@europarl.eu.int-
JORGE BUSTAMANTE. Relator de Naciones Unidas por los Derechos de
Inmigrantes.
msteccazzini@ohchr.org-
BENAISSA. Ministro marroquí de Asuntos Exteriores y Cooperación.
0021237660162.
Posible texto del escrito:
Desde la semana pasada
tenemos constancia de que las autoridades marroquíes efectúan
deportaciones de inmigrantes subsaharianos a pleno desierto del
Sáhara, en territorio
Argelino.
En esta zona sólo hay arena, ni
siquiera una ciudad y mucho menos agua y comida.
Hay testimonios que
hablan ya de entre 16 y 24 personas muertas y un número indeterminado de
desaparecidos.
Los países de origen de estos ciudadanos subsaharianos
son numerosos: Congo RCD, Costa de Marfil, Mali, Nigeria, Liberia,
Camerún, Senegal, Guinea Bissau, Guinea Conakry, Congo Brazzaville,
Gambia, Níger, Somalia, Sudán, etc…
Pedimos:
§ A la Comisión
Europea, Gobierno español y Naciones Unidas la investigación
inmediata de estos hechos.
§ Al Alto Comisionado de Naciones
Unidas por los Refugiados la protección
inmediata de todos aquellos
demandantes de asilo en territorio marroquí.
§ Al Gobierno
marroquí el cese inmediato de estas deportaciones y el respeto a los
derechos humanos.
§ Al Gobierno argelino que eleve una
protesta internacional ante estos hechos y que la situación no tenga
repercusiones negativas sobre estos inmigrantes subsaharianos, además
del respeto escrupuloso de sus derechos humanos.
§ A los
gobiernos y embajadas de los países de origen que investiguen estos
hechos y que protejan de manera efectiva los derechos humanos de sus
ciudadanos en Marruecos
o Ciberacción de Amnistía Internacional.
Amnistía Internacional ha puesto en marcha una
ciberacción para dirigir una carta al presidente del Gobierno español y
al Primer Ministro marroquí exigiendo el respeto de los derechos humanos
de las personas que llegan a Ceuta y Melilla. Se puede firmar en:
http://www.es.amnesty.org/actua/migrantes_oct05/
o Vídeo con la agresión de un Guardia Civil a un
inmigrantes.
MELILLA Y CEUTA: MUERTOS POR BUSCAR LA
VIDA
Nos enseñaron un conocido refrán: “¿Quién le pone puertas
al campo?” para expresar que hay situaciones que no se pueden controlar
o limitar. Pero ese viejo refrán ya no vale, porque al campo le ponen
todas las puertas que se quieran. Recordemos a los palestinos ante el
inmenso muro de nueve metros de altura que divide el territorio en
varios trozos e incomunica a poblaciones enteras. ¿Qué sentirán? A casi
todos nos parece una injusta barbaridad. Sin embargo, llama menos la
atención el doble muro –esta vez de alambradas de púas cortantes y tres
metros de altura, que ahora están alzando hasta seis- que separa a Ceuta
y Melilla de Marruecos. Un muro costeado en gran parte con dinero de la
UE y legitimado políticamente porque frena la entrada clandestina de
inmigrantes africanos. Y éstos, ¿qué sentirán?
En una ocasión visité
el perímetro de doble vallado de Melilla. Me embargó la sensación de
estar ante un campo de concentración y una lágrima de impotencia nubló
mi vista. Allí se materializaba en toda su crudeza eso de la “Europa
Fortaleza” y que quienes vivimos en la abundancia somos una isla en
medio de un inmenso océano de necesidades. Esa valla y muchas otras nos
ponen a salvo del asalto de los empobrecidos, que ahora se les denomina
“menos favorecidos”, pues la palabra “pobre” hoy día suena mal y
parece demagógica.
Al otro lado de la valla-frontera de Melilla y
Ceuta acechan a la suerte varios cientos de africanos procedentes del
Congo, Mali, Níger, Burkina... donde la guerra, la sequía, la
inseguridad, la necesidad hacen insufrible la vida de las mayorías. Han
viajado miles de kilómetros, atravesado el desierto, pagado
sobornos y padecido mil abusos –especialmente las mujeres- para entrar
finalmente en vía muerta: no pueden volver ni avanzar. Semiescondidos y
refugiados en las colinas cercanas de la zona marroquí, malviven en
condiciones indescriptibles. “Tengo envidia de los perros porque ellos
tienen comida y nosotros no”, decía un inmigrante. Se están alzando y
reforzando las vallas y la vigilancia. Además, con el frío del invierno
vendrá lo peor: cómo cobijarse y abrigarse en medio del monte, sin nada
de nada. De ahí los repetidos intentos que han protagonizado en las
últimas semanas para saltar la dos vallas. No pueden esperar mucho más.
Ya han perdido la vida varias personas en el arriesgado salto, que
realizan con la ayuda de precarias y frágiles escaleras hechas con ramas
de pino o eucalipto y recios guantes en las manos para protegerse de la
afilada alambrada que corona la valla metálica. Muertos, heridos,
apaleados, hospitalizados, detenidos. Y seguirán más y más.
Al margen
de los detalles y culpabilidades a esclarecer, las muertes están ahí. La
cuestión de fondo es qué hacer para que no sucedan nunca más. Carlos
Cano cantaba: “Si estuvieran abiertas todas las puertas / nadie las
abriría con violencia / y habría paz / y habría amor / y el mundo
estaría mejor”. Pero no, la orden es cerrarlas más aún. Nuestro
Ministerio del Interior ha decidido acelerar los trámites para completar
la elevación de la altura de la valla que marca la frontera y
controlarla más fuertemente con la intervención ahora de nuestro
ejército, como si de una invasión o una guerra se tratase. Por eso
interviene el Ministerio de Defensa: los empobrecidos son
“peligrosos”.
La inmigración actual en todo el mundo es un fenómeno
muy complejo y no puede abordarse con un simple control de fronteras, ni
sólo con admitir cupos de “mano de obra” que aquí necesitemos según cada
campaña o momento económico. No hay soluciones simplistas ni a corto
plazo. Abordar la inmigración como un problema de orden público es un
camino sin salida. Dejarla en manos únicamente de la solidaridad de la
buena gente es eludir la responsabilidad política de quienes fueron
elegidos para hacer una sociedad más justa.
La inmigración plantea un
hondo desafío a nuestro discurso sobe los derechos humanos y a nuestra
ensalzada globalización económica. No hay verdadera universalidad de los
derechos si éstos son únicamente para nosotros, los privilegiados. El
discurso universalista es mera retórica si siguen fuera del mismo los
empobrecidos y excluidos sociales por miles de millones. Lo acabamos de
constatar en la última asamblea general de la ONU: pocos acuerdos se han
anudado para combatir la pobreza en el mundo.
Es injusta y falsa la
llamada globalización cuando ésta sólo a nosotros beneficia, mientras
que el 85% de la Humanidad queda al margen y es excluida como “no
solvente”, como población “excedente”. La inmigración viene a sacar a la
luz las propias contradicciones internas de nuestro ensalzado modelo
económico y social. Si no sabemos o no queremos resolverlas, la cuestión
de la inmigración seguirá agudizándose como asignatura pendiente.
Mientras tanto, nos quedamos tranquilos haciendo a las víctimas
culpables de su situación insostenible; o protegiéndonos ilusamente
contra sus intentos de llegar a este lado. ¿Hasta cuándo?
Esteban
Tabares. Sevilla.
COMUNIDADES CRISTIANAS POPULARES DE ANDALUCÍA
Carlos Taibo en Agencia de Información
Solidaria
Desde tiempo atrás se repite, con encomiable
pundonor, que son muchos los conflictos olvidados que jalonan el
planeta. Si nada hay que oponer a tal afirmación, cargada de buen
sentido, hora es ésta de subrayar que el recordatorio en cuestión ha
empezado a convertirse en un lugar común que, como tantos, se puede
soslayar sin mayor quebranto. De la misma suerte que nos hemos
acostumbrado a escuchar, imperturbables, las cifras que dan cuenta del
vigor ingente del hambre en el mundo que habitamos, hemos acabado por
asumir, sin pestañear y mal arropando nuestra presunta mala conciencia,
que hay conflictos de primera, de segunda y de tercera clase.
Si los
hechos son así, habrá que agregar que sobran las razones para argüir
que, al cabo, todos los conflictos son objeto de olvido entre nosotros.
También Irak y Palestina hace tiempo que escaparon, pese a las
apariencias, de nuestra atención. Un colega palestino señalaba hace unos
meses que entre las tragedias que su pueblo debía encarar no era,
paradójicamente, la menor la de estar en el foco de atención de tantos
medios de comunicación: aunque -aducía- con certeza había comunidades
humanas que atravesaban situaciones peores, los palestinos bien podían
acogerse a la desesperante conclusión de que la inflación de información
que generaban en nada había servido para aliviar su
situación.
Dejemos de lado, con todo, nuestras cautelas, y pongámonos
a la tarea de adelantar algunas explicaciones de por qué unos conflictos
suscitan interés en tanto otros, en cambio, quedan en el olvido. La
primera, obvia, recuerda que entre los primeros se hallan aquellos que,
en virtud del relieve geoestratégico y geoeconómico de las regiones
afectadas, han atraído de siempre la codicia de las grandes potencias.
Recurramos al ejemplo mayor: allí donde Estados Unidos está presente de
forma manifiesta, el conflicto en cuestión arrastra, por razones fáciles
de entender, nuestra atención. Es verdad, aun así, que lo que tenemos
entre manos asume a menudo formas singulares: no faltan quienes sólo se
sienten atraídos por los conflictos en los cuales EEUU está inmerso de
manera rotunda (en el buen entendido, eso sí, de que no faltan quienes
aprecian la mano negra de Washington por detrás de casi todo, y en
particular de tramadas estrategias de desestabilización de potencias
rivales).
Un trasunto, no siempre marginal, de lo anterior lo
proporciona el general aturdimiento que padecen nuestras opiniones
públicas. Ahí está, para ilustrarlo, el tenaz desinterés con que entre
nosotros se obsequia a la guerra afgana de estas horas, artificialmente
convertida en un conflicto de textura muy diferente de la que exhiben
los hechos iraquíes de los últimos años. Las secuelas emocionales de los
atentados del 11 de septiembre de 2001 siguen pesando lo suyo, y a su
amparo son muchos los que sostienen, impertérritos, que uno y otro
escenario en nada se parecen. Como si no compartiesen una misma trama
geoestratégica y geoeconómica, no exhibiesen similares antecedentes en
materia de apoyo estadounidense a quienes luego se convirtieron en
enemigos acérrimos, no mostrasen alarmantes semejanzas en cuanto a
represión y violación de derechos, no diesen rienda suelta a genuinas
farsas democráticas y, en suma, no revelasen lo que la legalidad
internacional es a los ojos de los dirigentes de la principal potencia
del globo.
Otra categoría de interés la aportan los conflictos que,
en el candelero en su momento, han ido cayendo en el olvido con el paso
del tiempo. Ello es así hasta el punto de que, cuando se intuye que
reaparecen en nuestra atención, lo que se adivina por detrás no es sino
la enésima operación ocultatoria. En julio celebramos ritualmente el
décimo aniversario de la matanza de Srebrenica, en Bosnia, y, como era
de esperar, nadie faltó a la cita de un recordatorio insorteable: el de
que Radovan Karadzic y Ratko Mladic siguen campando por sus respetos.
Apenas se escucharon, en cambio, voces que subrayasen el atolladero en
que se halla inmerso el país de los hechos, un artificial castillo de
naipes en el que apenas se ha avanzado en la reconstrucción de la vida
multiétnica, las viejas elites lo controlan casi todo y la ayuda foránea
ha ido menguando de manera dramática. Pareciera como si los nombres de
Karadzic y Mladic, a más de dar rienda suelta, de nuevo, a nuestra mala
conciencia, sirviesen para tapar el desinterés por la tragedia de
fondo.
Lo de Bosnia viene como anillo al dedo para enunciar una
llamativa ley de aliento geográfico: nuestro interés por los conflictos
disminuye cuanto más hacia el este y más hacia el sur se registran
éstos. Si Bosnia levantó mucha atención, Chechenia -dos mil kilómetros
hacia oriente- apenas se ha llevado primeras planas, en tanto nadie
recuerda que la república ex soviética de Tayikistán, otro par de
millares de kilómetros hacia el este, fue escenario de una sangrienta
guerra civil entre 1992 y 1997. Para explicar nuestro palmario olvido de
otra guerra civil, la argelina, acaso conviene apuntar que la existencia
de un mar que -según dicen- separa culturas y civilizaciones parece
exhimirnos de cualquier deber de seguimiento puntilloso: si un sinfín de
veces escuchamos que lo que ocurría en Sarajevo era lamentable por
cuanto la capital bosnia se hallaba a menos de una hora de avión de
Roma, pocos -de nuevo- han sido los que han tenido a bien señalar que
Argel se encuentra a menos de una hora de avión de Madrid. Aunque, y
para decirlo todo, el de Argelia es un conflicto de primera clase si lo
comparamos con los que se manifiestan en un África subsahariana siempre
en la más radical de las penumbras. Tiene uno derecho a sugerir que las
preferencias que ahora nos interesan alguna relación guardan con
atavismos mentales no exentos de xenofobia.
De un tiempo a esta
parte, y en suma, se registra por estos pagos, de la mano de nuestro
singularísimo y ultramontano discurso neoconservador, una franca
invitación a desentenderse de los conflictos concretos, amparada en la
paralela aseveración de que es tan inmoral como innecesario escarbar en
aquéllos para entender lo que ha dado en llamarse terrorismo
internacional. Si ya tenemos una explicación cabal de casi todo, Al
Qaeda, a qué prestarle oídos a lo que ocurre en Cachemira, en Chechenia,
en el Kurdistán, en Palestina o en el Sahara occidental. Al razonamiento
consiguiente no se le puede negar una apreciable ventaja: en un magma en
el que se dan cita el designio de reírle las gracias a gobiernos
impresentables, la entronización obscena de fórmulas de doble rasero, la
afirmación inopinada de que el terrorismo debe encararse en exclusiva en
virtud de fórmulas policial-militares y la cerril oposición a cualquier
ejercicio de asignación de responsabilidades a las potencias
occidentales, las monsergas que nos ocupan ahorran tiempo y quebraderos
de cabeza. Semejante estratagema argumental parece haberse salido con la
suya, por lo demás, a la hora de rescatar el nombre de los conflictos
sólo cuando estos últimos quedan anegados tras el impacto de actos de
terror como el registrado un año atrás en Beslán.
Es difícil escapar
de una observación final: para dar cuenta de nuestro general desdén por
estas cosas hay que poner el dedo en la llaga, sangrante, de muchos
medios de incomunicación que, tras primar el espectáculo y hurgar en las
emociones del directo, revelan bien a las claras su nula voluntad de
informar amplia, analítica, permanente y críticamente. Y hay que anotar
también, claro, el peso ingente de esa realpolitik que aconseja a
nuestros gobernantes darle palmaditas en el hombro -ya no se contentan,
como antes, con mirar hacia otro lado- a Ariel Sharon, a Pervez
Musharraf o a Vladímir Putin, y la inanidad, tantas veces, de nuestros
movimientos de contestación. Todos tenemos que preguntarnos por qué la
ciudadanía salió a la calle en febrero de 2003 para protestar ante la
agresión que Estados Unidos preparaba en Irak y no lo hizo un año y
medio antes, en cambio, cuando Washington movió sus peones en Afganistán
para airear obscenamente sus intereses en la región más atribulada del
planeta.
Frei Betto en Amlai-Latina
Hay organismos multilaterales que, de hecho,
funcionan como unilaterales. Aparentan muchos lados y poseen una sola
cara. Es el caso del FMI. Nunca realizó el generoso gesto de
sugerir a un país deudor reducir su superávit primario. Para quien
no domina la economía, superávit primario es el porcentaje del PIB que
el gobierno economiza para destinar a los acreedores. Dinero que
deja de ser utilizado en el combate al hambre, en salud y en educación,
y es canalizado para pagar la deuda e(x)terna.
Don João VI (1), al
retornar a Portugal, limpió las arcas fiscales. El gobierno negoció con
Inglaterra un préstamo de 3 millones de libras. Fue el primer mal
paso, pues el dinero era para pagar deudas y compensar los
desequilibrios del presupuesto, y no para incrementar la producción y
generar riquezas. Entre 1824-25, Brasil se endeudó afuera el
equivalente a 12 mil millones reales.(2). Le tomó cuarenta años
para pagar 5 mil millones, y gastó con intereses 60 mil millones,
cinco veces lo que recibió. Martín Francisco, primer ministro de
Hacienda, consideraba perniciosos los préstamos externos.
Cuando
Fernando Henrique Cardoso terminó su segundo mandato en el gobierno, el
superávit era del 3,75%. Entró Lula y subió a un 4,25%.
Quería calmar el mercado, que lo miraba con ojos temerosos.
El 4,25% consta en el papel. En la práctica, el gobierno
extrae más dinero del mercado de lo que supone nuestra vana
impresión. En el 2003, el gobierno tuvo a la mano, para nuevas
inversiones, sólo 8 mil millones de reales. Y vía superávit
canalizó 65 mil millones para amortizar los intereses de la
deuda. La previsión para el 2006 es que el gobierno dispondrá de
sólo 12 mil millones y entregará a los acreedores 179
mil millones. Por mucho menos Tiradentes (3) reaccionó.
Existe
otro organismo multilateral llamado OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico). Reúne a los 30 países
más ricos. Por cada US$ 1 destinado a la cooperación, los
treinta desembolsan US$ 10 para actividades militares. El dato es
del Informe del Desarrollo Humano, ONU/2005.
En el 2000 se gastó en
armamentos US$ 524 mil millones. En el 2003, post-Bin Laden, US$
642 mil millones. Aumentó el 25%. Y en el 2003, los 30
países destinaron a la cooperación con las naciones más pobres sólo US$
69 mil millones. O sea, un 10% de lo que se utilizó en
armas. El caso de Estados Unidos horroriza, como diría mi sobrino:
el 1% de su presupuesto fue para la ayuda internacional, y un 25%
para actividades bélicas.
Toda la ayuda que, durante un año, aquellos
países dan al combate del SIDA representa sólo tres días de gastos en
armas. Conviene acordarse que el SIDA mata cerca de 3 millones de
personas por año. El hambre, 5 millones de niños por año.
Genocidio. La propia ONU practica lo que critica. En el
2005, la ONU está gastando más en el mantenimiento de sus cascos azules
en zonas de conflicto que toda la ayuda que los países ricos darán a
África.
En Brasil, el 23 de octubre, vamos a las urnas para decidir
si el comercio de armas debe o no ser prohibido en el país. Votaré
sí. Respuesta 2. Según una investigación de la UNESCO, divulgada
el 9 de septiembre, se demuestra que en el 2004 el número de muertos por
armas de fuego cayó un 15,4% de lo que se preveía. Se salvaron 5.563
vidas. Gracias a la campaña de desarme del gobierno de
Lula.
Entre el 2003 y 2004, comparados los números de víctimas de
armas de fuego, hubo una caída del 8,2%. Se salvaron 3.234
vidas. Es un pequeño avance. En relación al índice de
muertos es casi nada. El año pasado las balas salidas de los
cañones de revólveres y fusiles, pistolas y metralletas, segaron
36.119 vidas en Brasil. Si no hubiera campaña de desarme habrían
sido cerca de 42 mil muertes.
Gracias al hecho de que muchos dijeron
adiós a las armas, en la región Sudeste, la caída de muertes por armas
de fuego, en el 2004, fue del 20,1%, la mayor del país. Menos
armas, menos muertes. Votar sí en el plebiscito de 23 de octubre
es dar un sí a la vida.
El argumento de que los delincuentes
continuarán armados es una falacia. Menos comercio de armas, menos
posibilidad de obtenerlas. Hoy, los delincuentes actúan bajo
efectos de la droga. Al ver a la víctima armada, tiran a matar.
Las estadísticas comprueban que una víctima desarmada tiene más
oportunidades de sobrevivir que aquella que porta un arma.
El país
más violento del mundo es Estados Unidos. Más de 2 millones de
presos. Lo que prueba que la violencia no es resultado de la
miseria, y sí de la falta de cultura humanista. Quien aprende el
gusto de matar muñequitos virtuales en videojuegos, bebe del
veneno belicista. Una investigación reciente revela que en Estados
Unidos 1,7 millones de niños viven en un hogar con armas. Y un
tercio de los adultos posee revólveres, rifles o fusiles en casa (
http://www.pediatrics.org).
En el 2002, los disparos dejaron 1400 víctimas entre niños y
adolescentes, de los cuáles un 90% se encontraban en casa cuando ocurrió
la fatalidad.
Bush cree que la paz vendrá como resultado de la
imposición de las armas. El profeta Isaías apunta el camino
inverso: sólo habrá paz como hija de la justicia (32, 17). Una
civilización del amor jamás será conquistada por espíritus belicistas.
(Traducción: LAI)
- Frei Betto es escritor, autor de "Típicos Tipos"
(La Jirafa), Premio Jabuti 2005, entre otras obras. Notas:
(1) Don
João VI, Rey de Portugal, vivió en Brasil de 1808 a 1821.
(2) Unidad
monetaria en Portugal y Brasil.
(3) Tiradentes. José Joaquín da Silva
Xavier, revolucionario brasileño (1748-1792)